La radiotelevisión pública de mi comunidad anómala autonóma, Canal Nou, está en un ‘Ay': que si un ERE, que si una sentencia judicial que dice que nanai, que si yo me la paso por el arco de triunfo y la cerramos, que si el pueblo soberano dice aquí-estoy-yo…
En esta partida donde ya vamos por un ‘Truc… retruc… val nou’ y ya veremos si ‘joc fora‘… los trabajadores atrapados en medio (primero de la manipulación mediática que todo político ejerce aspira a infligir y ahora de la precariedad laboral que todo le augura) toman los estudios al grito ‘no nos moverán’ con aquellas reminiscencias tan levantinas como estivales de Veran(e)o azul… Pero es de negro del color que pinta todo esto.
Cuando esta niña de provincias (…¿qué? oiga, me conservo estupenda para poder utilizar dicho término) vino a hacer fortuna a la Capital me preguntaba si no habría sido más fácil, menos duro en lo económico, anímico y sentimental, haber buscado refugio laboral en ese sector audiovisual de origen olvidándome del cine para apostar directamente por ‘entrar’ a ¿trabajar? en Canal Nou… La perspectiva del tiempo y los acontecimientos dejan esa pregunta abonada a una respuesta: pues va a ser que no…
…A pesar de lo duro de algunas etapas laborales. De la inmensidad de una ciudad que hay que patearse de arriba a abajo (nunca mejor dicho con tal extensión de metro) para subsistir. No creo que hubiera sido feliz en un medio en que tenías que ser mercenario de la información para quedarte y, en menos y nada, tenian la escusa para invitarte a irte.
Nunca he contado, creo, cómo empecé yo en este invento de dedicarse al cine allá por los años en que era una universitaria despreocupada (un poco descerebrada, todo hay que decirlo) y en la que sólo tenía que ir aprobando exámenes, superando cursos… y el que mis herman@s mayores abandonaran el hogar.
Una compañera de clase, en 4º de carrera, tenía la posibilidad de entrar -familiares mediante- a hacer un meritoriaje en una TV movie que se rodaría cuando acabase el curso. Ah, pues muy bien. Pero es que yo no tenía en el gremio ‘ni padre, ni madre… ni perrito que me ladre‘ por lo que para poder acabar trabajando, ese verano, en lo que sería el primer largo de mi vida, me las tuve que ingeniar… y valer por mí misma.
Sabía cuál era la productora encargada y el nombre y primer apellido de una persona de producción. Con un teléfono fijo y con un par (para llamar ‘a lo teleoperadora’) ya tenía en la coctelera lo básico. Sólo faltaba un ingrediente: la determinación… Ejem.
Me lo pensé y repensé, no se crean. Sentada ante aquel teléfono blanco de Telefónica que todos hemos tenido en casa:
‘-¿Llamo?… No llamo… Venga llamo.
Y marqué…
«-Hola… esto… mira no me conoces pero es que me he enterado de que vais a empezar una producción y me gustaría…» etc, etc, etc. Mi padre me dijo una vez que en el momento en que marqué aquellas teclas es cuando obtuve el trabajo, aquel fue mi logro… atreverme.
A día de hoy no sé si sería capaz de un abordaje-en-toda-regla tal (ya les digo que en aquella época era un poco descerebrada, para bien y para mal). ‘Bendita ignorancia que es muy osada‘ y ‘el mundo es de los audaces‘ repito cual mantra para no morir de la vergüenza cuando lo recuerdo.
¿La suerte está echada o se la busca un@?… En fin, el manido tópico de que la vida es una partida de cartas en la que tienes que jugar como mejor puedas y sepas con las que te han tocado.
Desde aquí un abrazo fuerte y mesetero a todos los compañeros del audiovisual de la terreta (no sólo es que se va al garete el Ente sino que se está jugando al ‘tocado y hundido’ con la industria auxiliar que orbita alrededor). A aquell@s con quienes coincidí en tiempos y aventuras de rodajes y a los que no tengo el gusto de conocer les deseo lo mejor y mucha suerte.
Es tiempo de faroles, partidas (presupuestarias) en las que ganan los de siempre y tramposos de mítin y escaño. La van a necesitar…