Javier Gutiérrez no es el único protagonista de este post.
Viene a cerrar una inesperada trilogía que no sabía que completaría de este modo: habiendo tenido, a medio metro, la impresionante forma de interpretar que tienen los grandes (al menos los que yo considero grandes, que admito que puede ser particular y no coincidir con… modas actuales).
Yo no admiro al compañero por salir en serie de prime time televisivo.
Ni tampoco por su feroz ristra de galardones coronados con una concha plateada y una cabeza goyesca. Merecidísimos, tal cual.
Yo traigo hoy aquí una forma de ser y estar, de crear en plano, que pasa por que su personaje se ofrece con la naturalidad de quien hace que respirar, manipular objetos, llevar a cabo acciones y reaccionar momento a momento, a TODO, fluya de forma brutal. Tal cual.
Cuando escribí sobre dos maestros como López Vázquez y después sobre Landa todavía no intuía que este trío de ases vendría a coronarlo alguien que en recientes entrevistas ponía precisamente a los anteriores como referentes y en concreto a Alfredo para encarar su personaje aislado, atormentado, aunque nunca mínimo…
Los ojos tristes de Javier Gutiérrez
Se resalta a veces precisamente, de este trío de cracks, que son bajitos… pero yo les veo grandes. Les miro alzando la mirada y, si en los posts dedicados a los anteriores me lamentaba de que ya nunca podría dar la réplica a semejantes ojos como los de ‘Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un exclavo, un siervo‘ ni a los de aquel catetillo a babor que fue ‘El crack‘, voy a guardar donde guardo los tesoros de esta profesión haber mirado en dos secuencias a los ojos de Javier.
Quizás sea solo mi impresión pero a mí me pareció que en la mirada tenía un poso triste (si repaso algunos de sus personajes -cómo olvidar su Woyzeck que contemplé en 4ª fila, donde se ve el sudor, las lágrimas, la baba, la humanidad- ahora me reafirmo en que los veo).
Soy observadora, me gusta mirar cuando la gente no sabe que la observas y me pareció ver que arrastraba el poso de cansancio de un ritmo que el éxito a veces impone (grabaciones televisivas, trabajos encadenados, viajes, lejanías, timidez o cierto desencanto con aspectos de la profesión que le hacen blindarse para resistir)…
Quizás simplemente los poco poéticos estragos de la alergia, sin más, quizás…
Él dice que es ‘responsable y muy exigente‘, no se me ocurre mejor equipaje para un compañero de viaje -aunque haya sido breve, sí, no me olvido que fueron 4 sesiones- pero ha sido reconfortante comprobar que los sueños se cumplen… Y los viajes a ninguna parte no siempre paran en andenes tristes, a veces los titiriteros y sus maletas que portan repletas de sueños son inmensos.
Hay que reivindicar lo nuestro, me encanta la ‘escuela española’, sé que hay much@s muy grandes fuera, pero tenemos suficientes antecesores/as que han demostrado que estamos a la altura de cualquiera y a seguir luchando porque el futuro tenga muchos más.
Toca despedirse. No pienso poner un punto al final, voy a poner puntos suspensivos, para que Gutiérrez nos dure mucho tiempo, mucho…
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