Los franceses acuñaron el término “Nouvelle Vague”. Nosotros… el LANDISMO.
Nosotros tenemos -en presente, porque no todos los homenajes tienen que ser póstumos- a Alfredo, aquel catetillo a babor, ese crack (I y II) que nos atracó (a las tres) y nos tiene robado el corazón desde que debutó profesionalmente con este título allá por 1962.
Empezaba una carrera de 120 películas y 40 años de profesión a la que ponía fin anunciando su retirada en 2007.
Tocó todos los palos, doblaje y teatro en su juventud, series y sobre todo cine, destacando dos etapas:
- la de simbolizar el españolito sexualmente reprimido que persigue desaforado a suecas en bikini;
- la del reconocimiento, donde se le hace justicia artísticamente y en la que maestros de nuestro cine escogieron plantar cámara frente a ese cuerpecillo menudo, esos ojos redondos llenos de historias infinitas y esa interpretación monumental que siempre lamentaré no haber tenido delante aunque fuese para darle una pequeña réplica…
Que su carácter tenga fama de ser ‘fuerte’, sus filiaciones o sus fobias no empañen que ante la cámara era una bestia de la verdad y de talento. Que su falta de salud no nos deje pronto sin su figura.
Cuentan que en el Mundial 2010 se coreaba el lema: “¡Cuidado Holanda, que viene Alfredo Landa!”… Cuidadito sí, pero por el día que se nos vaya y no se le reconozca lo suficiente. Grande.
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